Grotte de Lascaux - Período Paleolítico - Dordogne, Francia

jueves, 23 de agosto de 2007

Se han subido los siguientes textos:

1) "La Historia de las Cosas" de George Kubler

2) "Arte y Realidad" de Dieter Jähnig

3) "La historia del arte en cuanto disciplina humanística" de Erwin Panofsky

4) "Sobre la Pintura" - Historia Natural Libro 35,1-30;50-165 - de Plinio


"Sobre la Pintura - Historia Natural Libro 35,1-30;50-165" de Plinio[1]

Introducción

Hemos demostrado con cierto detalle la naturaleza de los metales, fuente de toda riqueza, y de los elementos relacionados con ellos, y hemos conectado las cosas de manera de que se han hablado al mismo tiempo de la inmensa selva de la medicina, de los secretos de los talleres y de la minuciosa sutileza del arte de cincelar, esculpir o teñir. Quedan ahora algunos tipos de tierras propiamente dichas y de piedras, que forman grupos muy numerosos, a cada uno de los cuales se le han dedicado numerosísimos volúmenes, sobre todo por parte de los griegos. Nosotros en éstos vamos a ser fieles a la brevedad, tan útil a nuestro propósito, sin omitir por ello nada o propio de su naturaleza.

Primero diré lo que queda por añadir de la pintura, arte ilustre antaño -cuando interesaba a reyes y ciudadanos- y que hacía célebres a los que consideraba dignos de pasar a la posteridad, pero que ahora se ha visto relegada totalmente por los mármoles y también por el oro, y no sólo porque con ellos se cubran paredes completas, sino porque incluso cincelándolo con relieves e incrustándole en el dibujo vetas rojas representa el mármol figuras de cosas y animales. Ya no gustan los paneles pintados ni los espacios que dilataban los montes hasta la misma habitación: incluso hemos empezado a pintar la piedra[2]. Este procedimiento se descubrió en el principado de Claudio, mientras que en el de Nerón se introdujo la modificación de insertar unas manchas, que no estaban en los revestimientos originales, para dar variedad al conjunto, de manera que se le añadían al mármol numídico[3] unos óvalos y se marcaba el de Sínada[4] con unas manchas color púrpura en la forma que habían querido los refinamientos que fuesen en la realidad. Estos son los sutitutos de las montañas cuando ya no satisfacen y no cesa el lujo de procurar que en caso de incendio se pierda lo más posible.

El retrato

Lo cierto es que la pintura de los retraros, por la que se transmiten a la posteridad representaciones extrordinariamente fieles al original, ha caído totalmente en desuso. Se dedican escudos de bronce, efigies de plata, sin rasgos que diferencien a las figuras. Se cambian las cabezas de unas estatuas con las de otras, lo que ya hace tiempo provoca la proliferación de bromas en los versos satíricos. Hasta tal punto prefieren todos que se admire el material utilizado antes que el que se les reconozca. Y entre tanto, se tapizan las pinacotecas de pinturas antiguas y se admiran las efigies extranjeras, considerándolas dignas de honor sólo en la medida de su precio; ello explica que el heredero las destruya y también que el lazo del ladrón las sustraiga. Así, al conservarse la efigie de un individuo, no perdurarán sus propios rasgos, sino los de su dinero. Las mismas personas decoran sus palestras y sus gimnasios con retratos de atletas y colocan en sus dormitorios la imagen de Epicuro[5] y la llevan consigo cuando viajan. Celebran un sacrificio el día de su cumpleaños todos los meses, el vigésimo día de de la luna, guardan la fiesta que llaman icada: esto es lo que hacen especialmente aquellos que nisiquiera estando vivos quieren que se les reconozca. Y así sucede, de hecho: la desidia ha destruido el arte, y puesto que no pueden permitir retratos de las almas se abandonan también los de los cuerpos. Otro era el tipo de cosas que había en los atrios de las casa de nuestros mayores con el solo objeto de ser contempladas: no había estatuas de artistas extranjeros, ni bronces, ni mármoles; se guardaban en ornacinas individuales máscaras de cera, cuya función era servir de retrato en las ceremonias fúnebres de la familia y siempre, cuando alguien moría, estaban presentes todos los miembros de la familia que habían existido alguna vez. las ramas del árbol genealógico discurrían por todas sus líneas hasta los retratos pintados. Los archivos familiares se llenaban de registros y menciones de los hechos llevados a cabo durante una magistratura. Fuera y en torno a los umbrales había otros retratos de al mas ilustres que se fijaban junto con los despojos tomados al enemigo y que ni siquiera un nuevo comprador de la mansión podía descolgar; trinfaban eternas como recuerdos de la casa incluso si ésta cambiaba de dueño. Esto suponía un enorme estímulo: el que las propias paredes echaran en cara cada día a un dueño pusilánime su intrusión en el trinfo ajeno. Queda constancia de la indignación de Mesala el orador[6], que prohibió insertar en su gens el retrato ajeno de uno de los Levinios[7]. Una razón semejante hizo a Mesala el Viejo[8] publicar aquellos famosos volúmenes que había compuesto sobre las familias, porque al atravesar el atrio de Escipión Pomponiano había visto que por adopción testamentaría los Salvitones -pues éste era en efecto su sobrenombre- habían trepado hasta el nombre de los Escipiones para vergüenza de los Africanos[9]. Pero -que los Mesalas me disculpen por decirlo- incluso el hecho de usurpar los retratos a los ilustres era una señal de amor a sus valerosas cualidades y mucho más honroso que el que nadie apetezca merecer las de uno.

Tampoco se debe omitir la mención a un invento reciente: existe la costumbre de decicar en la bibliotecas, si no en oro ni plata sí por lo menos en bronce, los retratos de aquellos de los cuales nos hablan en estos mismos lugares las almas inmortales; más aún, se imaginan incluso los de aquellos que no existen, y se materializan, de acuerdo con los deseos, rostros de los cuales la tradición no nos informa, como ocurre con el caso de Homero. No hay, en mi opinión, un rasgo mayor de felicidad para un individuo que el que siempre quiera saber todo el mundo cómo fue en realidad. En Roma esta costumbre fue inventada por Asinio Polión, el primero que, al fundar la biblioteca, hizo de los genios de la humanidad patrimonio público[10]. Si tuvo como antecesores a los reyes de Alejandría y de Pérgamo, que rivalizaron en crear bibliotecas a cual mejor, no es fácil de decir[11].

Testimonios de que en otro tiempo existía un ardiente amor por los retratos son el famoso Atico, amigo de Cicerón, que publicó una obra sobre este tema[12], y M. Varrón que tuvo la buenísima idea de insertar en su fecunda obra[13] unos setecientos retratos de hombres ilustres, impidiendo así que desaparecieran sus figuras o que el paso del tiempo prevaleciera sobre los hombres; se le puede considerar inventor de un regalo que incluso provocó la envidia de los dioses, porque no sólo les confirió la inmortalidad, sino que hizo también que fueran conocidos por todas las tierras, de manera que podían, como los dioses, estar presentes en todas partes. Y esto se lo hizo a personas que no le eran cercanas.

Pero el primero en consagrar a título privado los escudos en un lugar sagrado o púbico fue, según mis informaciones, Apio Claudio, que fue cónsul con P. Servilio el año 259 de Roma. En efecto, situó a sus mayores en el templo de Belona[14] y tuvo a bien que se les viera en un lugar alto con los títulos de sus cragos honoríficos para que se pudieran leer, espectáculo honroso sobre todo si una turba de hijos en retratos en miniatura muestra algo semejante al nido de la descendencia: nadie miraba tales escudos sin gozo y aprobación.

Después de éste, M. Emilio, colega de Q. Lutacio en el consulado colocó los suyos no sólo en la Basílica Emilia[15], sino también su casa, y esto siguiendo el ejemplo militar. Efectivamente, la parte central de los escudos del tipo de los que se usaron para combatir en la guerra de Troya, contenía retratos: precisamente de ahí les viene el nombre de culpei, y no de cluere, como pretendió la sutiliza equivocada de los gramáticos[16]. Es ésta una etimología llena de valor guerrero: reproducir en el escudo el rostro de aquel que se ha servido de él. Los cartagineses lo hacían de oro, y escudos y retratos los llevaban consigo en los campamentos. Ciertamente, una vez que capturó uno de éstos, Marcio, el vengador de los escipiones en Hispania[17], encontró un escudo de este tipo perteneciente a Hardrúbal, que permaneció colgado sobre las puertas del templo del Capitolio hasta el primer incendio[18]. Es verdad que este proceder denota tan gran despreocupación por parte de nuestros ancestros, que durante el consulado de L. Manlio y Q. Fulvio, el año 575 de Roma, M. Aufidio, que había arrendado la tutela del Capitolio[19], informó a los senadores de que los escudos estaban registrados como de bronce eran de plata.

Orígenes y desarrollo de la pintura.

La cuestión sobre los orígenes de la pnitura no está clara ni es tema del plan de esta obra. Los egipcios. Los egipcios afirman que fueron ellos los que la inventaron seis mil años antes de pasar a Grecia, vana pretensión, es evidente[20]. De los griegos, por otra parte, unos dicen que se descubrió en Sición, otros que en Corinto, pero todos reconocen que consistía en circunscribir con líneas el contorno de la sombra de un hombre: así fue, de hecho, su primera etapa; la segunda empleaba sólo un color cada vez y se llama monocroma; después se inventó una más compleja y ésa es la etapa que perdura hasta hoy.

Los primeros que cultivaron la pintura de trazos, que había sido inventada por el egipcio Filocles[21] o tal vez por Cleantes de Corinto[22], fueron el corintio Arídices y Teléfanes de Sición; éstos, sin usar todavía ningún color, ya sombrean el interior del contorno y acostumbran a escribir al lado de las figuras del nombre de los que tratan de pintar. El primero que coloreó siluetas, utilizando, según dicen, polvos de arcilla, fue Ecfanto de Corinto. En seguida mostraremos que éste, aunque lleva el mismo nombre, no es el mismo que el que, según testimonio de C. Nepote[23], siguió hasta Italia a Damárato, el padre de Tarquinio Prisco, el rey de Roma, que huía de Corintio para escapar de las arbitrareidades del tirano Císpelo[24].

En efecto, la técnica de la pintura estaba ya muy avanzada incluso en Italia. Se sabe con certeza que se conservam todavía en santuarios de Ardea[25] pinturas más antiguas que la Urbe, las cuales admiro por encima de cualquier otra, porque sin protección alguna se han mantenido tan largo tiempo como recién pintadas; igualmente en Lanuvio[26], donde el mismo artista pintó a Atalanta[27] y Helena, ambas desnudas y de una belleza extraordinaria, aunque en la primera se reconoce a una virgen; ni siquiera se han visto afectadas por la ruina del templo. El emperador Gayo[28], encendido de deseo,intentó llevárselas y lo hubiera hecho si lo hubiera permitido la naturaleza del revestimiento. Se conservan también en Cere[29] algunas incluso más antiguas y cualquiera que las examine detenidamente no podrá menos de reconocer que no hay arte que se haya consumado con mayor rapidez pues es manifiesto que no existía en los tiempos de la Ilíada[30].

También entre los romanos se ennobleció en seguida este arte, si tenemos en cuenta que los Fabios, pertenecientes a una familia muy ilustre, tomaron de este arte su sobrenombre de Pictor[31] , y que el primero de ellos que lo llevó pintó el templo del Bienestar[32], en el año 450 de la fundación de la ciudad; esta pintura se ha conservado hasta nuestros días a pesar de que el templo se quemó durante el principado de Claudio. Poco después cobró forma una pintura del poeta Pacuvio en el templo de Hércules, en el foro Boario[33]. Pacuvio era hijo de una hermana de Ennio[34] y su gloria como dramaturgo hizo más famoso en Roma aquel otro arte. Después de esto, la pintura dejó de ser considerada digna de manos honorables, a no ser que alguien, por casualidad, quiera contar a Turpilio[35], un caballero romano de Venetia[36] contemporáneo nuestro, del cual se conservan obras bellas aún hoy en Verona[37]. Pintaba con la mano izquierda, cosa que no se recuerda de ningún otro antes. Titedio Labeón, antiguo pretor, que había desempeñado también el cargo de procónsul de la provincia Narbonense, muerto recientemente a una edad muy avanzada[38], se gloriaba de unos cuadritos pequeños, pero esto fue objeto de burla y hasta de reproche contra él.

También es digna de mención una célebre decisión de ciertos hombres de alcurnia sobre la pintura: se tomó porque Q.Pedio, nieto de Q.Pedio, antiguo cónsul honrado por el triunfo y nombrado por César, ya dictador, coheredero con Augusto[39], era mudo de nacimiento. El orador Mesala[40], a cuya familia pertenecía la abuela del niño, decidió que había que enseñarle pintura y esto lo arpobó el divino Augusto; el niño había hecho grandes progresos en este arte cuando murió. Por otra parte, la importancia de la pintura en Roma creció, me parece, gracias a Manio Valerio Máximo Mesala[41], el primero que, en el año 490 de la fundación de Roma, colocó en un lateral de la Curia Hostilia[42], un cuadro representando el combate en el que venció a los cartaginenses y a Hierón en Sicilia[43]. También hizo esto mismo L. Escipión[44] que colocó en el Capitolio un cuadro de su victoria asiática, y dicen que su hermano el Africano se disgustó, y no sinrazón, porque su hijo había caído prisionero en aquella batalla[45]. L. Hostilio Mancino[46], que fue el primero enentrar en Cartago, cometió una ofensa semejante con Emiliano[47], al poner en el Foro una pintura con el plano de la ciudad y las fases del asedio, y él mismo sentado al lado se lo contaba al pueblo, que atendía expectante a los detalles; este hecho le valió conseguir el consulado en los siguientes comicios. También produjo gran admiración una pintura que cubría el frente de la escena de los juegos ofrecidos por Claudio Pulcher[48] , porque la imitación de las tejas era tan perfecta que unos cuervos, engañados por la ilusión, intentaron posarse sobnre ellas.

El primero que dió un valor oficial a cuadros extranjeros en Roma fue L. Mumio[49], al que su victoria le otrogó el sobrenombre de “el Aqueo”. En efecto cuendo el botín se puso a la venta, el rey Atalo[50] había comprado por 600.000 denarios un cuadro de Arístides, representando a Liber Pater; admirado por el precio, empezó a sospechar que la obra tendría algún valor desconocido para él y la recobró, a pesar de las múltiples quejas de Atalo, y la colocó en el templo de Ceres[51]; yo creo que ésa fue la primera pintura extranjera que se expuso en Roma. Después he visto que se ha tomado la costumbre de exponerlas también en el Foro. De aquí procede, efectivamente, aquella broma del orador Craso[52] gastó junto a las Tiendas Viejas[53]; una vez un individuo citado como testigo, le instó con estas palabras: “Dime, Craso ¿por qué clase de hombre me tomas?”, “por esta clase de hombre”, respondió, señalando en un cuadro a un galo que sacaba la lengua groseramente. En el Foro estuvo también aquella famosa pintura de un viejo pastor con su bastón, acerca del cual un legado teutón, cuando se le peguntó que en cuanto valoraba la obra, respondió que no quería que le regalasen tal individuo aunque estuviera vivo y fuera real.

Pero el mayor rango oficial otorgó a los cuadros, una vez dictador, fue César[54], al dedicar el Ayante y la Medea delante del templo de Venus Generatrix[55]; después de él M. Agripa, un hombre más dado a lo rústico que a lo delicado[56]. En efecto, se conserva un magnífico discurso suyo, digno del más grande de los ciudadanos, sobre la necesidad de exponer al público todas la pinturas y estatuas: sin duda hubbiese sido preferible eso a confinarlas al exilio de las villas privadas. Pero aquella misma severidad suya no le impidió comprar dos pinturas, un Ayante y una Venus a los habitantes de Cícico[57] por 1.200.000 sestercios; en la sala más caliente de sus termas[58] también colocó cuadrs pequeños encajados en los revestimientos de mármol, que se quitaron hace poco, cuando se remodeló el edificio.

El divino Augusto superó a todos cuando en la parte más frecuentada del foro que lleva su nombre[59] colocó dos cuadros que representan la efigie de la Guerra y el Triunfo, así como a los Cástores[60] y la Victoria. También mandó poner en el templo de su padre César[61] unas obras a las que nos referimos al mencionar a los artistas[62]. Fue él igualmente el que mandó colocar dos cuadros en la pared de la Curia que consagró en los Comicios[63]: una Nemea, sentada sobre un león con una palma en la mano, y a su lado un viejo de pie con un bastón, encima de cuya cabeza pende un cuadrito de una biga[64]. Nicias escribió que él lo había “grabado con fuego”: tal es, en efecto, la palabra que empleó[65]. Otro cuadro digno de admiración, es el de un joven y su padre, ya anciano, ambos de gran parecido, salvando las diferencias de edad; encima hay un águila volando con una serpiente como presa; Filócares firmó esta obra como suya. ¡Inmenso podr el del arte, incluso si uno considera solamente esta pintur, cuando gracias a Filócrates el senado del pueblo romano puede contemplar después de tantos siglos a Glaución y a su hijo Aristipo[66] ! Tiberio César, por su parte, emperador nada sociable, mandó colocar en el templo del propio Augusto[67] las pinturas que dentro de poco mencionaresmo. Hasta aquí lo referente a la dignidad de un arte que está muriendo.

Los colores

Hemos hablado ya de cuáles eran los colores que utilizaban sin mezclar los primeros pintores, cuando tratamos de estos pigmentos en el libro de los metales[68]; las pinturas de este género se llaman monocromas. Después diremos, al mencionar a los artistas, quiénes fueron los innovadores, qué elementos innovaron y en qué momentos, porque el plan de la obra emprendida exige mostrar, en primer lugar, la naturaleza de los colores. Finalmente, el arte se trazó sus propios perfiles y descubrió la luz y las sobras, despertando así el contraste de los colores por su disposición alternativa. Sólo despuñes se añadió el brillo, que no es aquí lo mismo que la luz. Lo que queda entre luz y brillo y las sombras se llama tónos (“tensión”); la yuxtaposición de los colores y el paso de uno a otro harmogé, (“armonización”).

Por otro lado, hay colores austeros y ricos. Unos y otros los produce la naturaleza o las mezclas. Los ricos -que le proporciona al pintor el que encarga la obra[69]- son el minio, el armenium, el cinabrio, el chrysocolla, el índigo y el rojo púrpura[70]; los demás son austeros. De todos ellos, unos son naturales y otros artificiales. Son naturales el rojo sinópico, el ocre rojo, el blanco de Egipto, el blanco de Melos, el balnco de Eretria y el oropimente[71]; los demás son fabricados, primero los que ehmos mencionado al hablar de los metales, y también entre los colores más comunes, el ocre amarillo, albaydale, usta, sandáraca artificial, sandyx, rojo de Siria y atramentum.[72]

Cuatro colores únicamente -de los blancos, el de Melos; de los ocres, el ático[73]; de los rojos, el de Sínope de Ponto; de los negros el atrementum- pintaron aquellas obras inmortales Apeles, Etión, Melantio y Nicómaco, pintores celebérrimos, cada uno de cuyos cuadros se vendía por el precio de los tesoros de ciudades enteras. Pero ahora que invaden las paredes púrpuras y que la India nostrae el limo de sus ríos y la sangre de sus dragones y elefantes[74], no hay nada noble que mencionar en el terreno pictórico. Desde luego, todo era mejor cuando la riqueza era menor. esto es así porque, como antes hemos dicho, se atiende el valor de las cosas, no al del espíritu.

No voy a dejar de mencionar la locura que reina en nuestra época en el terreno pictórico. El emperador Nerón ordenó pintar un retrato suyo de medidas colosales, en un lienzo de 120 pies, insólito hasta ese momento. Cuando se terminó la pintura en los jardines de Mayo[75], ardió conla mejor parte del jardín alcanzada por un rayo. Un liberto suyo, al ofrecer en Ancio[76] un espectáculo de gladiadores, llenó lospórticos públicos con una pintura, según tenemos constancia, que representaba el aspecto real de todos los gladiadores y los portadores de armas. este gusto, después de múltiples siglos, está muy desarrollado en pintura, si bien los espectáculos de gladiadores los empezó a pintar y a exponer en público C. Terencio Lucano[77]. Este, en memoria de su abuelo, por quien había sido adoptado, hizo combatir en el Foro durante tres días a treinta pares de gladiadores y colocó la pintura de estas luchas en el bosque de Diana



[1] Extractados de la compilación aparecida bajo el título de Textos de Historia del Arte, Editorial Visor, Madrid, 1987. Traducción de Mª Esperanza Torrego. Los textos de la Historia del Arte incluídos en esta selección se hallan insertos en los tres últimos libros de la Historia Natural (obra de 37 volúmenes conocidos escrita el siglo l a.c.), que están dedicados al estudio de los metales, los colores y las piedras. Ellos constituyen un conjunto cuyo interés principal radica en que puede considerarse el tratado de historia del arte más antiguo que ha llegado hasta nosostros.

[2] Según las variantes de algunos manuscritos, también puede entenderse como “pintar con la piedra”, en cuyo caso Plinio estaría haciendo referencia a los mosaicos.

[3] El mármol numídico procedía de las canteras de Chemtú, en la actual Tunicia, en el límite de la antigua Numidia. Su color es amarillo, a veces vetado de rojo; fue uno de los que primero se introdujeron en Roma.

[4] Ciudad de Frigia cuyo mármol tenía apariencia de alabastro.

[5] Sobra la costumbre de los epicúreos de reproducir la efigie de su maestro. Cicerón (Fin. 5,1,3) dice que lo hacían “no sólo en cuadros... sino incluso en copas y anillos”. El mismo autor (Fin. 2,31,101) habla de la costumbre de celebrar el cumpleaños de Epicuro y las icadas, esto es, el vigésimo día del mes lunar (del griego eïkosi, “veinte”).

[6] M. Valerio Mesala Corvino (64 a. de C.- 8 d. de C.)

[7] Rama de la gens Valeria.

[8] M. Valerio Mesala Rufo el Viejo, cónsul en el 53 a. de C.

[9] La nobleza de la familia de los Escipiones, a la que pertenecía Escipión en Africano, vencedor de Aníbal, y Escipión Emiliano Africano, destructor de Cartago en el 146 a. de C., no podía admitir la mezcla por adopción con los Salvitones, una rama despreciada de la misma gens Cornelia.

[10] Asinio Polión (76 a. de C. -4 d. de C.), cónsul en el 40 a. de C., fue también escritor. Además de la biblioteca, que se encontraba en el Atrio de la Libertad, junto a la Curia el edifcio guardaba una buena colección de obras de arte.

[11] De las dos bibliotecas más famosas de la antigüedad, la de Alejandría, fundada por Ptolomeo l Soter (305-285 a. de C.) y la Pérgamo, creada por Atalo l y Eumenes l, esta segunda contaba, al parecer, con los retratos de sus fundadores.

[12] Se trata de un conjunto de epigramitas sobre las acciones más importantes de los ciudadanos ilustres (Nepote Att.), que debía de ir acompañado de los retratos de cada uno. T. Pomponico Atico vivió del 110 al 32 a. de C.

[13] Son las Imagines o Hebdomades, obra en 15 libros que incluía efectivamente 700 retratos (cf. Aulo-Gelio NA 2,10). Sobre varrón, cf. n. 145 de 34.

[14] La referencia está equivocada. El Apio que menciona Plinio fue efectivamente cónsul con P. Servilio en el 259 ab Urbe Condita, 495 a. de C. (Liv. 2,21), pero no fue el que consagró el templo de Belona. Este ültimo fue Apio Claudio el Ciego, casi 200 años más tarde, en el 296 a. de C.

[15] M. Emilio fue cónsul con Q. Lutacio Cátulo en el 78 a. de C. Sobre la Basílica Emilia, construída en el 179 a. de C. en el lado N del Foro, y restaurada por última vez por Paulo Emilio en el 54 a. de C.

[16] Los gramáticos antiguos discutían si el nombre del escudo (clipeus o clupeus) tenía que ver con celare (“esconder”) o con cluere (“tener fama”). La que Plinio propone aquí lo relaciona con caelare (“cincelar”), suponiendo que el nombre tiene que ver con las imagines clipeteae. En realidad, se desconoce cuál es con seguridad la etimología de este palabra (Ernout A.A. Meillet, Dictionaire étymologique de la langue Latina, París, 1967 s.v. clipeus).

[17] Publio y Cneo Cornelio Escipión fueron derrotados en Hispania, en Cástulo y Lorca, durante la Segunda Guerra Púnica, a manos de los cartaginenses en el 212-211 a. de C. L. Marco Séptimo y T. Fonteyo, tribuno militar y legado respectivamente, se hicieron cargo de las tropas que quedaben como jefes tumultuario, hasta la llegada en el 211 a. de C. del nuevo comandante, el propretor C. Claudio Nerón. La historia del escudo de Hasdrúbal la cuenta Livio (25, 12, 39 ss.), a quien sigue Plinio. Un punto no claro es el de la existencia de imagines clipeatae en el arte cartaginés. Podría tratarse de una adaptación de lo romano a lo cartaginés del propio Livio.

[18] El Capitolio ardió por pirmera vez en el año 83 a. de C.

[19] Personaje desconocido salvo por esta referencia. La tutela capitolina consistía en el cuidado de los trofeos y estatuas que se encontraban en el Capitolio y especialmente del perro de bronce que se encontraba en el templo de Juno Moneta, al que Plinio se refiere en 34,38.

[20] Si embargo, en 7, 205 atribuye el invento de la pintura a los egipcios. Sin duda en este pasaje sigue Plinio una fuente griega deseosa de atribuirse el mérito.

[21] Por su nombre griego se ha especulado sobre el verdadero origen de Filocles. Las propuestas han incidido, sobre todo, en la posibilidad de que procediera de Náucratis, colonia griega en el delta del Nilo, o que fuera un comerciante que trajo de Egipcto la técnica de la pintura.

[22] Citado por Estrabón (8, 3, 12 (343)) y Ateneo (8, 346 b-c). Su datación es incierta, pero anterior al 500 a. de C. Se le atribuyen diversas obras, entre otras una Iliupersis o Toma de Troya y un Nacimiento de Atenea.

[23] Cornelio Nepote (c. 99-24 a. d. C.) escritor romano citado por Plinio en los índices de fuentes. Escribió, sobre todo, biografías de hombres ilustres, de las cuales se conservan varias. También fue autor de una Vida de Catón el Viejo y una Vida de Atico.

[24] Císpelo fue tirano de Corinto del 657 al 580 a. d. C. Demárato pertenecía, según la tradición, a la familia de los Baquíadas, expulsada de Corinto en el 657 a. d. C., que llegó a Tarquinia, ciudad estrusca al N de Cer y Roma. Su hijo, Lucumón o Lucio, tomo como gentilicio el nombre de la ciudad e instalado en Roma, fue elegido como quinto rey a la muerte de Ancio Marcio. La tradición muestra, sin embargo, líneas divergentes e interpretaciones diversas.

[25] Ciudad del Lacio a 28 km. de Roma por la Via Apia, asociada estrechamente a Roma desde antiguo en las diversas ligas y confederaciones latinas.

[26] Pobalción del Lacio de S de Roma, cercana al mar. Su rey Turno aparece en la tradición relativa a los orígenes de Roma como uno de los más encarnizados enemigos de Eneas.

[27] Las fuentes mitológicas reconocen dos Atalantas, una arcadia, famosa cazadora, y otra beocia, hábil corredora. La primera, más conocida, tomó parte en el viaje de los Argonautas y en la cacería del jabalí Calidón. Una y otra se caracterizan en la antiguedad por su virginidad, asociadad a sus actividades típicamente masculinas.

[28] Se trata del emperador Calígula. Su nombre oficial era Gayo César Germánico. Calígula (“sandalita”) era el apelativo cariñoso que le dieron los soldados cuando, niño, acompañó a su padre, Germánico, en las campañas de Germania.

[29] Ciudad costera del Lacio al NO de Roma.

[30] Al menos en la obra de Homero no hay mención alguna a la pintura, aunque sí a algunos colores (IL. 4, 141; Od. 9, 125)

[31] Los Fabios son una familia patricia romana. El sobrenombre de Pictor se lo deben a su afición por la pintura (Cicerón Tusc. 1,2,4). El primer Pictor remonta a ca. 254 a.de C.

[32] El templo de Salus en Roma fue construido por C. Junio Berbulco en el 302 a. de C. en el Qurinal.

[33] Este templo de planta redonda y muy antiguo, era llamado también templo de Hércules Emiliano: fue restaurado por el cónsul Paulo Emilio, el vencedor de Pidna (168 a. de C.), utilizando para ello parte del botín. Lo decoraría el poeta Pacuvio (ca. 220-130 a. de C.) que había escrito una tragedia sobre el tema de Pidna, de la que se conserva algún fragmento (Ribbeck Röm. Trag. 326). Sobre el Foro Boario cf. n. 8 de 34.

[34] Q. Ennio nació en cerdeña en el 239 a. de C. Pertenedió al círculo ilustrado y helenizante de los Escipiones y se le consideraba ya en la antigüedad uno de los fundadores de la literatura romana, junto con Livio Andrónico y Nevio. Además de tragedias, sátiras y otros poemas, eran famosos sobre todo sus Anales, que relataban la historia de Roma desde Eneas hasta,al menos, el 179 a. de C., y que son fuente de gran parte de los hsitoriadores posteriores.

[35] Desconocido por otras referencias que no sean esta de Plinio; seguramente se trata de un descendiente de Turpilio, del orden de los caballeros, autor de comedias contemporáneo de Terencio, muerto ca. 104 a. de C. (Ribbeck, Com. 2ª de. 85).

[36] Región de la costa N del Adriático.

[37] Plinio era de Como, perteneciente como Verona a la Galia Transpadana; es posible que conociera personalmente sus cuadros.

[38] De Titedio Labedón da también noticia Tácito (Ann. 2,85).

[39] Q.Pedio, el abuelo (ca. 88-43 a. de C.) era nieto de la hermana mayor de César; Suetonio (Jul.83) también testimonia que César le había hecho coheredero con Augusto.

[40] Cf. n. 55 del libro 34.

[41] Cónsul en el 283 a. de C.

[42] La Curia Hostilia era uno de los edificios más antiguos del Foro; se hacía remontar al tercer rey de Roma, Tulio Hostilio. Se encontraba en el lugar donde después se alzó, y aún permanece, la nueva Curia, aunque ésta adoptó una orientación diferente. la Curia Hostilia ardió en el 52 a. de C. durante los incidentes que siguieron a la muerte de P. Clodio (cf. n. 49 de 34).

[43] Durante la 1ª Guerra Púnica, tras el desembarco de los romanos en Sicilia, se alían temporalmente Cartago y Hierón de Siracusa, que son derrotados en mesina. No es seguro si la pintura Valeria que menciona Cicerón (Fam. 14, 2,2) ha de ser identificada con ésta, porque se supone que la Curia habría sido notablemente modificada entre las épocas de ambos personajes.

[44] L. Cornelio Escipión Asiático, hermano del Africano, venció a Antíoco III, titular del reino Seléucida, en la batalla de la Magnesia en el 190 a. de C. Obtuvo el triunfo por esta victoria en el 188 a. de C. y lo celebró con unos juegos espectaculares en el 186 a. de C., fehca en la que debió exponer la pintura..

[45] La información no es absolutamente correcta, pues L. Cornelio Escipión, el hijo de Escipión el Africano, fue capturado por Antíoco en el 192 a. de C. y liberado dos años más tarde, precisamente el año de la victoria de su tío en Magnesia.

[46] Comandante de la flota en el 148 a. de C. durante la 3ª Guerra Púnica. Cónsul en el 147 a. de C., un año después de la toma y destrucción de Cartago.

[47] P. Cornelio Escipión Emiliano Numantino (ca. 185-129 a. de C.) elegido cónsul en el 147 a. de C. dirigió realmente la toma de cartago, cuya destrucción, prohibida por un tratado, no pudo evitar.

[48] Edil en el 99 a. de C. De sus juegos habla Plinio en 8,19.

[49] Conquistó y destruyó Corinto en el 146 a. de C.

[50] Atalo II, Rey de Pérgamo del 195 al 138 a. de C., aliado de Roma durante la conquista de Grecia.

[51] Entre el palatino y el Aventino, dedicado en el 498 a. de C. y consagrado en el 493 a. de C., la primera construcción estable, de madera, se levantó en el 329 a. de C. Ardió en el 31 a. de C., y, tras ser restaurado por Augusto, fue dedicado de nuevo por Tiberio en el 17 d. de C.

[52] L. Licinio Craso (140-91 a. de C.), fundador de Narbona, elegido magistrado en numerosas ocasiones, fue el orador más importante de su tiempo.